
Antigua casa del Adelantado Sebastián de Belalcázar, adquirida posteriormente por el Capitán Diego Delgado hijo del Conquistador del mismo nombre. Años mas tarde fue tomada por la Corona para sede de la casa de fundición, así la adquirió El Márqués de San Juan de Rivera quien la donó a su hija casada con Don Antonio Fuertes de Castrillón abuelo del prócer Manuel José Castrillón. El departamento la adquirió en 1.904 para sede del gobierno. Fotografía tomada en 1935

Hoy ostenta el título de Marqués de San Juan de Rivera, CARLOS FELIPE CASTRILLÓN MUÑOZ, descendiente de este singular personaje y a su vez tataranieto de quien fuera también Intendente del Cauca y Gobernador de Popayán, el prócer Castrillón Quintana, a quien El Libertador Simón Bolívar conmutó la sentencia a muerte que había logrado conseguir el general Mosquera del propio Bolívar, para los generales José María Obando y José Hilario López junto a Castrillón, dolido por la derrota que Obando le había infligido en ‘La Ladera’, y dolido también por que la Intendencia de la que fuera titular, le hubiera sido dada por plebiscito a Castrillón para que no quedara vacante como consecuencia de la fuga de Mosquera, al haber desempeñado ya Castrillón el cargo.
Por eso, en placa recordatoria situada a la izquierda del ingreso al palacio departamental, sobre la calle, se dice: “aquí vivió el prócer Manuel José Castrillón, gobernador de Popayán”. “Descendiente –dice la otra placa- del Marqués de San Juan de Rivera”, Marcos Ambrosio de Rivera y Tapia, segundo Marqués de San Juan de Rivera y aunque lo fuera sólo por línea femenina, esto es, por la esposa de Don Manuel Antonio Fuertes de Castrillón, como quiera que Don Mathías, primer Marqués, no tuvo sino tres hijos varones legítimos: el primogénito, Mathías, casado con Doña Micaela Londoño Salgado, de los Londoño-Trasmiera de Antioquia, un hermano suyo muerto seis días después de nacido, y Rafael Esteban, presbítero. Las demás hijas mujeres profesaron la vida religiosa.
En el proceso ordinario ante el Juzgado de 1ª. Instancia de Madrid (España) contra Don Félix-Enrique Hurtado de Mendoza y Pola, llamado ‘El Cronista de La Habana’ y quien se hace descender a través de partida espúrea de defunción de una tal Ambrosia Rivera Londoño, supuesta hermana de Mathías de Rivera y Salgado, tercer Marqués, que jamás existió, se devela finalmente el fraude de este ciudadano cubano con ancestros colombianos por los Ponce de León cartageneros, que lo llevara a ostentar el título de Marqués de San Juan de Rivera desde la década del 80, en el siglo pasado, y como consecuencia de ello y con fecha 1º de septiembre del 2005, se expide por S.M. el Rey Juan Carlos I de España Carta Real de Sucesión, consolidándose de un modo u otro en y para la ciudad de Popayán ‘y sin perjuicio de tercero de mejor derecho’, el intangible cultural que supone la recuperación del título en cuestión, luego de que por espacio de 22 años lo hubiera disfrutado fraudulentamente Félix-Enrique Hurtado, actualmente residente en Miami y quien renunciara a él después de habérsele notificado demanda en contra suya dentro de proceso judicial que lo despojara de sus prerrogativas.
Por petición del Presidente de la Fundación Conde de Cabra, antigua Universidad de Almagro, Don Francisco López Becerra de Solé y Martín de Vargas, actuó como demandante en el aludido proceso de ‘rehabilitación’, mejor conocido como de ‘Sucesión diferida’, y por línea de mayorazgo desde Mathías de Rivera y Tenorio, Alcalde Ordinario de Popayán e hijo del tercero y último Marqués, el exdiplomático, genealogista e historiador, periodista y escritor, Carlos Felipe Castrillón Muñoz, excatedrático de conocidas universidades colombianas y autor de varias obras de Derecho, actual Marqués de San Juan de Rivera.
Viene a ser éste el epílogo de un serio trabajo de investigación histórica, que resulta de significativo interés por los logros culturales que representa, tanto para Colombia como para España. Al fin y al cabo, Colombia es síntesis cultural de etnias aborígenes con un pasado inmemorial que ha trascendido las fronteras y al mismo tiempo tierra con sabores de hispanidad de los que nadie tiene por qué avergonzarse. Crisol de razas y culturas, el mestizaje enarbola para la posteridad el pasado de unas y otras, y Popayán emerge de las brumas de la historia como conciliadora de las diferencias que pudieron haber generado contrastes y conflictos, que ya no tienen razón de ser ni siquiera para hablar de ‘tierras realengas’ ni antecedentes parecidos porque como ciudadano de una misma patria, el colombiano sabe que su país es uno, y que en él todos tienen cabida y los mismos derechos y oportunidades, quedando a salvo, eso sí, la diferenciación étnico-cultural que preserva la Constitución para quienes no desean renunciar a sus contrastes culturales en un mundo masificado por el consumismo y la indiferenciación nacida de una galopante y deshumanizadora globalización.